Wednesday, September 27, 2006

La oda de Elena.

La oda de Elena


Música, la eterna música que sonó en la mente de Elena esa tarde, cambiaría su vida para siempre. La vida de Elena.

Elena estaba en el living de su casa, un amplio living con gran ventanal donde entraba el sol. Ella se había independizado de sus padres hace apenas unos meses, venía desde el interior a estudiar; ya su vida cambiaba de cierta forma, no drásticamente pero si todo, desde sus hábitos, a lugares que frecuentaba; la gran urbe la atrapaba, la seducía, la embriagaba.
La tarde rebosaba de un sol fuerte, demasiado amarillo, fuerte y amarillo como se había ausentado este invierno tanto tiempo. Una luz austera, rebelde, de esa como que ilumina a un icono le pegaba en un costado del rostro a Elena. Ya había pasado mucho tiempo sola este invierno y ya vendrían mejores momentos para estar sola pensaba; ella había reflexionado mucho este invierno, sobre su yo, sobre lo que le pasaba de porque se sentía un poco sola a veces. Sola, bajo sus sábanas y acolchados había saboreado el cosmos, develado los miedos más recónditos de su mente, viajado a las estrellas y al interior de su yo siniestro.
Mientras Elena pensaba en todo lo que había pasado, desde principio de año, pasando por todo el invierno, hasta este momento; pensaba como había cambiado todo y como estaba mejorando su vida en cierto sentido, se sentía mejor en si misma, quizás: por la ausencia de sus padres?, por vivir sola repentinamente? Ella tampoco lo analizaba mucho eso, por ahora solo comenzaba a saborearlo todo, a sentir eso en cada momento. Eso, “saborear” se decía a si misma, mientras susurraba esa palabra una y otra vez iba acallando su mente de a poco, solo el susurro y el sol que sonaba en sus mejillas. Shhh, se decía, shh un poco más, todo se volvía un poco más lento.
Ya nada sonaba, solo su corazón, que sonaba como un bombo, de un ritmo lentecino, tranquilo; de allí comenzó a sonar una melodía celestial, algo que provenía de los ángeles o de la luz misma, de esa intensidad fina y aguda del amarillo, como unos violines de corte fina. Algo inundó a Elena, como un éxtasis, como una adrenalina que corría por sus venas, su corazón aceleró el ritmo, la sangre le estallaba de un color rojo, caliente muy caliente; no se contuvo, tuvo que pararse, la música ya era alegría pura, energía del sol hirviente. Entonces, Elena necesito moverse, a mover por pura excitación alegre, de eso a un baile desenfrenado y eso que no le gustaba bailar antes, pero no le importó romper ese concepto suyo en ese momento y bailo de una forma sin controlar sus movimientos, solo el cuerpo que danzaba al son de todos su miembros moviéndose estrepitosamente; ella solo trataba de no contener lo que le pasaba. La música sonaba, ella saltaba de aquí para allá, del sillón a la ventana, de ahí a la mesita del te; comenzó en un momento a lanzar grititos como de hamster sobre la música, se abalanzó sobre la alfombra persa, al lado del piano y comenzó a revolcarse de la risa, jajaja! Una risa histriónica, como casi un grito, la risa emanaba de su vientre, desde el fondo de su vientre. Nunca se había sentido tan plena y feliz, la música ya no sonaba, no mucho le importaba ya que no sonara, se sentía suelta, blanda, cómoda, bella, en fin, feliz y solo se quedó boca arriba degustando ese momento de felicidad intenso y se decía a si misma suavemente “saborear”.
Ya no era la misma desde que había salido desde sus pagos, no era solo estar en la ciudad, no sino sentirse plena consigo misma; en unos años recordaría este momento, el de la música celestial, una melodía que nunca olvidaría y que cada tanto tararearía en la ducha.
Ese sería un momento clave en la vida de ella, porque comenzaría a ver todo de otra forma, apasionarse por las cosas, degustar de la vida, su cuerpo, todo, de otra forma. De ahora en adelante tendría una sonrisa marcada en los ojos, sin necesitar la boca para sonreír, su vida llevaría un ritmo de ahora en adelante, un Beat, llevaría otro punch a todo.
Su vida se estaba abriendo como una flor en primavera, las cosas se le develaban tal cual eran, mucho más sencillas de lo que pensaba, pero que sería algo que podría dominar con el tiempo. No tendría ningún miedo, ya no era una niña de campo, ya no era una joven citadina tercermundista, no, era una mujer de mundo.

Wednesday, September 20, 2006

Fusca Thunder. "Capitulo 4 y 5"

Capitulo 4

Estaba en la calle, caminando sobre el asfalto hirviendo, de jeans, camisa y championes, sudaba mucho y la luz me molestaba mucho porque soy sensible a la luz. Caminaba rápidamente, en busca de mis compañeros de viaje, caminaba hacia el lugar del recital, esperaba ver el fusca en las inmediaciones del lugar, sino suponía que estarían en la playa nudista de Neri, deseaba más que nada que estuvieran ahí, en alguna parte; estaba asustado de quedar varado ahí en esta ciudad infecta. Llegue al lugar, escaleras vacías, llenas de botellas rotas y latas de cerveza tiradas; diviso un fusca a media cuada, corro hacia el, también era blanco, pero como la mayoría de fuscas en Brasil, además de ser el país del Beetle. Al acercarme no diviso la insignia del Cricket club en el parabrisas que tenía el auto de Neri, era otro de los tantos fuscas en Brasil.
Comienzo a caminar hacia no sabía donde, pregunto a un chico que pasaba donde quedaba la playa nudista, me dio las indicaciones y caminé hacia donde me dijo; pregunté por segunda vez por las dudas y me indican el lugar opuesto, ¿me verían cara de porteño?, pregunté por tercera vez para corroborar, esta vez especifiqué que era uruguayo como algo así-eu no soy de aca, soy uruguayo estoy buscandu la praia nudista- , y me indicó la vía que dijo el segundo sujeto y hacia ahí caminé.

Cuando estoy llegando a la playa diviso un fusca en la entrada a la playa, donde estacionan los autos en la playa; yo ya me había sacado la camisa y atado a la cintura, veo el parabrisas y si! Tenía el pegotín del Cricket club!, ese era el auto, me puse muy contento y casi corro por la alegría.
Caminando por la playa los veo, Neri, el monedas, Seba, Verónica, todos en pelotas, sin ropa, en cuero, cuando estoy llegando todos me reciben con una sonrisa, - ¿Dónde estabas mutante?!- Me dice Sebastián entre grito y risa, les explico todo lo sucedido mientras me saco toda la ropa, porque no aguantaba más el calor. Estar en pelotas en una playa es una sensación muy reconfortante, muy plácido, te sientes muy libre de cosas y el clima ayuda, corrí hacia el agua y me di un baño increíble, como nunca, sintiendo el agua por todas mis partes, y entre todas mis partes.

Comenzaba a hacerse tarde, estábamos cansados, ellos habían dormido en el auto incómodos, yo me sentía sucio pues no me había dado un baño en todo el viaje. Decidimos buscar un hotel para pasar la noche y luego comer algo, no habíamos comido en todo el día y lo merecíamos.
Encontramos un hotel en la rambla de la playa siguiente por 20 reales la noche y un desayuno, no sabia si estaba bien o no pero no nos importó a ninguno de nosotros. Pagamos por adelantado y preguntamos por un espeto corrido, nos dijo donde, fuimos y nos partimos la boca. Volvimos al hotel, nos bañamos, y salimos a tomar algo.

Eran como la medianoche, la noche hervía o no se si hervíamos nosotros, fuimos a parar a un pub, donde había alguien que tocaba música local, muy ambiental. Pedimos unas cervezas y contemplamos el show charlando, bebiendo y fumando cigarrillos Free. Cuando estábamos un poco más alegres por la bebida fuimos a hablar con el dueño diciéndoles que éramos uruguayos y músicos, que estábamos de gira por aquí y queríamos tocar unos temas. El tipo accedió y eso nos sorprendió. Cuando dejó de tocar el loco de la guitarra y la chica que cantaba, el tipo “dueño” nos hizo una seña como que estaba todo en orden; nos dirigimos al pequeño escenario, tomé la guitarra, Neri el micrófono y tocamos una balada de los Ramones, Bye Bye Baby. Fue una buena versión apasionada, pero no le gustó mucho al dueño y nos hecho del lugar, bueno es que el contraste entre la música típica Brasilera y los Ramones era mucho; nos fuimos entre carcajadas, riéndonos tan fuerte como podíamos, a la salida nos sacamos una foto en la puerta con el nombre de lugar, unos platos que servían y los nombres de los tipos que tocaban, todo esto escrito apretado en una pequeña pizarrilla en tiza.

La noche deambuló entre unas cervezas más y charlas con extraños. Esta sería nuestra última noche en este país mágico, porque todos teníamos nuestros deberes en Montevideo, y debíamos volver, algunos teníamos que estudiar, otros que trabajar, todos sin ser Sebastián que era argentino y estaba de vacaciones en Uruguay. Era nuestra última noche y queríamos explotarla, sacarle todo el jugo que se pudiera, aunque estuviéramos cansados. Nos dirigimos a la playa, nos tumbamos en la arena mirando las estrellas y charlamos mucho rato, sobre nosotros mismos, la magnanimidad del cosmos y nuestras pequeñas vidas en la tierra. Sobre las constelaciones y sus varias formas como de gente en varias posiciones aeróbicas. Esto me llenaba, me sacudía como plomo, por lo menos era lo que quería, sacudirme!, llevarme algo para analizar en casa, algo profundo, algo espeso, algo que pudiera alimentar mi espíritu hambriento de saberes, pues me sentía vacío, sentía que me habían mentido toda mi vida y tuviera algo que llenar, pues me habían vendido una cáscara seca y debía llenarla.























Capitulo 5


Despertamos en el hotel, yo dormí en la habitación con verónica, tomamos el desayuno, era un desayuno enorme, que había desde jugo de naranja, a café, tostadas, frutas tropicales, licuados, cereales, yogurt, etc. Tomamos eso y fuimos rumbo a Montevideo, paramos en una estación de servicio, llenamos el tanque y compramos provisiones para el viaje que se haría largo.

Teníamos como sentimientos encontrados, por un lado estábamos felices por haber tenido un gran fin de semana y por otro tristes de terminarlo, de acabar con la alegría brasilera y volver a nuestros quehaceres rutinarios citadinos, de llegar a lo mismo de siempre, de lo que, habíamos huido; pero había que volver.

Yo a pesar de eso me sentía bien, sabía que volvería más liviano de lo que me había ido, refrescado se puede decir, este viaje había surtido el efecto en mi que había buscado; volvería a encarar esa rutina tediosa de otra forma, más tranquilo, más entero en lo que es mi mismo. Feliz se podría decir, satisfecho.
Neri no estaba mal, pero después de unas horas de viaje ininterrumpido se sentía un poco cansado, además creo que la vuelta a Montevideo le afectaba bastante, es un poco de esos que se deprime un poco al volver al tedio después de un viaje, pero se lo veía contento a pesar del cansancio y decía alguna que otra incoherencia como siempre; el monedas estaba entero, se reía, hacía chistes y me hacía reír; Verónica creo que fue el primer momento que no hablaba en todo el viaje, no se la veía mal, pero parecía como reflexiva, quizás analizando el material del viaje, lo vivido en este tipo de situaciones te lleva mucho tiempo digerirlo a veces; Seba se encontraba igual que siempre, inmutable, reflexivo, repitiendo los mejores momentos del viaje, recordando anécdotas, lo veía exactamente igual que a la ida.


Corríamos, el auto funcionaba de maravillas, y no podíamos creer que hubiese aguantado el fusquita ese trajín que llevábamos sin parar, era un auto fiel, yo le había tomado mucho cariño, incluso cuando ando hoy en el siento que ha sido un buen compañero de viaje. Íbamos a unos 120 Kilómetros por hora, pegados a la raya, el viento entraba como bólido, y había que gritar para hablar, y la música, por momentos se hacía inaudible. Cuando de repente, pafff! Se nubló la vista sobre el parabrisas, porque se había abierto el capo del auto por delante y un sobre de dormir había tapado nuestra visión totalmente, de lado a lado del capo, viendo solo: sobre, capo, sobre. Pánico! La ruta seguía corriendo a 120 Kilómetros por hora, todos gritábamos como condenados, Neri volanteaba como podía, nada se veía, solo el sobre, comenzamos a aminorar la marcha y a ir hacia la banquina. Salimos del auto, guardamos el sobre de dormir, cerramos bien el capo esta vez y seguimos. Siguiendo en la ruta reíamos por lo acontecido, la adrenalina nos había excitado y gritábamos ya, nos podríamos haber matado, jaja.

Habían pasado horas de ruta, ya estábamos muy tranquilos, callados, reflexionando con la mirada perdida en las líneas, sobre todo lo acontecido, sonaba Bob Dylan, que era el ambiente exacto de lo que estaba pasando en el auto. Ya estábamos cruzando la frontera, era de noche, bastante de noche, volvíamos eso era seguro, nadie lo quería, quizás hubiese estado bueno quedarse un par de días más, si hubiese sido por mi lo hubiese hecho, pero nada era tan fácil. Lo único que sabía es que me movía, como lo hicimos a la ida; y en ese preciso momento, para mi era casi lo mismo, ir o volver, ¿cual era la diferencia?, sino más que moverse, pegado a la línea, como en tantos otros buenos momentos de crepúsculos huidizos, de buenos amigos y de perseguir el horizonte errantemente.

Monday, September 18, 2006

Fusca Thunder. "Capitulo 2 y 3"

Capítulo 2

El alcohol corría por el auto, toda la noche tomando un bourbon del padre de Neri, una exquisitez, pero llevábamos cinco horas de viaje ininterrumpido y Neri que conducía estaba realmente cansado, se le cerraban los ojos, no teníamos rumbo; ya estábamos en rocha, y yo propuse ir a la casa de mi familia en Valizas, faltaban unos 15 kilómetros, todos asintieron y fuimos directo a mi casa. Había que parar.

Mi casa era la típica de balneario, patecito al frente, amplia y llena de azulejos y baldosas, y un gran patio al fondo con un parrillero y un naranjo, unas cuantas cañas que daban a otra casa. Todos con nuestros sobres de dormir nos tiramos en el patio a fumar y contemplar las estrellas; mientras charlábamos de ciudades del pasado y culturas muertas, ahí comencé un monólogo en latín, hebreo, etrusco, chino, y todos comenzamos a hablar en todos los idiomas de la tierra, rogamos a los dioses y a los vientos, había un buen ambiente entre nosotros, gritábamos y blasfemiabamos a los cuatro vientos; había comunicación fluida entre nos, era síntoma de un buen viaje. Me alegraba por verónica que se estuviera adecuando a la gente desconocida, la verdad me daba inquietud por como se sentiría entre tantos hombres desconocidos.
Creo que para mi era obvio, iríamos al Brasil no cabía dudas, pero pensaba que para los demás también, Neri saco el tema, ir a Brasil, el quería llegar a la playa nudista de Florianópolis, verdaderamente no me atraía Floripa, pero podía ser, hacer nudismo?, me intrigaba, pero odiaba Floripa, esa ciudad no era de buenas intenciones. Lo discutimos y llegamos a un acuerdo, ir a Brasil, después se vería a donde, en cierto momento me dormí al aire libre.

Despertamos de a uno, yo fui el primero, vi todos los cuerpos desperdigados por el pasto y me dispuse a hacer un desayuno para todos, yo cocino relativamente bien, hice un jugo de naranja y tostadas con café y mermelada, se fueron despertando de a poco, desayunamos y seguimos rumbo a la carretera.

Corrimos sin parar hasta el Chuy fumando cigarrillos, charlando y escuchando buena música. El Chuy por hacer unas compras clásicas de provisiones, paramos en uno de esos supermercados enormes que tiene de todo; pasamos entre unos árabes en la calle entramos y compramos: Herings, galletitas de todo tipo, bum bums, doritos (nachos), quince litros de cocacola, una remera del flamengo, gorros para el sol, protectores solares, camisas floreadas, una carpa, un bikini y toda una sarta de elementos inservibles, entonces acabadas las compras, a la ruta!

A la hora de viaje comenzó una lluvia de esas tropicales, donde el agua cae a chorros, por horas, horas y horas, cayendo al mismo ritmo constante, oyendo el mismo y constante ruido del limpiaparabrisas, shuck shuck, shuck shuck, así desde la mañana hasta pasando la tardecita. En un momento apoyé el pié en la alfombra de goma del auto y se me llena de agua el pié, se me inunda el pié! Y digo gritando- Bó se inundó todo el auto!- hubo un pequeño momento de pánico, todos corroboraron lo que yo les decía, y si, era ciertamente cierto, estaba hasta cinco centímetros desde el suelo lleno de agua, y por un momento fue gracioso y nos reímos del acontecimiento, pero debimos ir el resto del viaje con los pies sin apoyar en el suelo, hasta que no fue más gracioso y comenzó a ser incomodo.
Estábamos a la altura de Garopaba y decidimos parar en Ferrugem que estaba al lado de Garopaba que ya lo conocíamos y sabíamos a donde ir. Eran aproximadamente las 00:00 horas y pensamos sería difícil conseguir un lugar para dormir, llegamos a una posada, arreglamos por diez reales el día con dos comidas y nos pareció bien, además no teníamos otra, ya había parado la lluvia pero nosotros seguíamos mojados; dimos unas vueltas por el pueblucho tipo western pero brasilero y parrandero. Todo húmedo, como embarrado, se olía el Brasil por donde quisieras. Jugamos unos pools, tomamos unas Brahamas. Luego bailamos en un lugar llamado Krakatoa, donde pasan una electrónica re pedorra y terraja pero que la bailamos mucho por la excitación; además de oler el sudor de brasilero, que es como de una hediondez tipo margarina dulce podrida , bailé hasta sudar mucho, y cuando no pude aguantar más el olor a sudor de brasilero me fui vías a la posada, donde una brasilera me paró y dijo que le encantaba mi onda, hablamos un rato y me dijo que era de Sao Paulo, la despedí y seguí mi rumbo; y un subnormal se me pegó un rato, me quería regalar droga y quería que lo acompañara a comprarla, le dije que no pero pareció enojarse. El loco se me pegó como una vinchuca y no sabía como sacármelo de encima, lo acompañé a donde quería, compró lo suyo, lo hice ir aun boliche lleno de gente y lo perdí en la multitud.

Al otro día despertamos, secamos el auto dejando las alfombras al sol, hicimos toda la playa que se pudo hasta terminar todos insolados, a media tarde nos bañamos y seguimos rumbo a lo desconocido.

























Capitulo 3


Ya estaba atardeciendo, escuchábamos un jazz desenfrenado, charlábamos sobre el paradero próximo; era difícil definirlo, la hora, el sol que quería irse, el estar insolados brutalmente; las caras rojas, el cuerpo hirviente que emanaba el calor ingerido en todo el día.
Yo era el copiloto, tenía un mapa en la mano, y apenas sabía como usarlo, pero fui un buen copiloto, pues tenía una responsabilidad, divisé una Ipiranga; y dije-Neri vamos a parar en la Ipiranga, tengo que mear y compramos unas chehcas y alguna picadita- y Neri dice- dale me rinde parar.

Hice pis como un condenado, fue un pis muy profundo y gozado; entre a la Ipiranga y estaban comprando unas latas de Skoll, doritos, verónica compró un champagne y me pareció fantástico, subimos al coche después de desenvolver los reais.
La ruta se nos abría como una vena, el naranja rojizo del cielo desaparecía, abriendo paso a los faros del auto, la vena iluminada por bombitas, bombitas incandescentes que seguían la vista como la luna al auto; y nos abríamos paso como sangre encarnizada por la venganza, la vendetta, de una rabia de vivir en el tedio, en la mesura, era momento para abrir nuestros cuerpos y vidas. Entre el paso de morros enormes, el eterno zigzagueo rutero brasilero, la de que la sangre mueve.
Me sentía fervientemente feliz, eternamente tranquilo, una paz excitada me recorría, estaba en mi salsa y mi salsa era esa.

Neri seguía encarnizado con la idea de la playa nudista, y se dirigía a floripa como una flecha, sin nosotros saberlo, aunque en cierto momento llegamos, cartel verde cuadrado ( Florianópolis 5 Kl.), cruzamos el puente, estábamos otra vez ahí, después de años.
Comimos algo en un espeto corrido, algo, comimos hasta casi reventar, un poco borrachos, gritando y tirándonos comida brasilera. Salimos, fuimos a la playa más cercana, hicimos un digestivo, las estrellas brillaban con intensidad, Marte más rojo que nunca, las estrellas bailaban a ritmo de una música reggae que sonaba suavemente de un parador playero, bailamos bajo la luna y con los pies en la arena; cantamos en la tierra de pelé, en la tierra de los santos, del umbanda, de la magia negra, a olor de frutos tropicales, de olores fuertes dulces o pútridos; no había medios, todo florecía o pudría, es una tierra mágica donde todo puede pasar, donde la magia todavía existe, se vive y se palpita.

Alguien se nos acercó, nosotros formábamos una ronda, y dijo en portugués que iría a tocar con su banda de rock y si queríamos ir; accedimos, no había nada mejor que hacer, tuvimos la clásica conversación, ¿de donde son, argentinos? Preguntó como ofendido, como si fuera ofensivo la argentinidad, le dijimos que éramos uruguayos, se le iluminó la cara y sonrió; no sé si será que le caen bien o respetan a los uruguayos, será porque somos chiquitos y nadie nos teme, o porque le pudimos ganar en el 50’ en maracaná al fútbol, no lo sé pero se que nos quieren.

Llegamos al lugar del recital, era un lugar pequeño tipo re antro, ubicado en una escalinata en bajada, lleno de gente. Tocó una banda horrible, tipo un rock re ruidoso brasilero, casi hardcore; a los brasileros les encanta el barullo y el ruido; por eso nos les importa sonar bien. Estuvimos un rato, cada tanto salíamos a tomar algo y zafar del ruido, hablamos con un montón de desconocidos, eso fue lo mejor. Hablé con una rubiecita muy hermosa tipo rubia brasilera al principio del la jornada rockera, me había mostrado muy orgullosa un book de fotos que tenía, era modelo en Sao Paulo, no recuerdo que hacía ahí en Floripa; pero a ese momento estaba muy borracho tiradito en los escalones, vino la ponderada rubia desconcertante, voçe e beim, o algo así me dijo, estoy borracho ( eu e bebedo ) o algo así le dije en un brasilero re trucho; me acariciaba, realmente me quería cuidar, cuando comenzó abusar de mi yo estaba muy borracho en otro país, necesitaba cariño y ella me lo dio, comenzó acariciándome suavemente y darme besinhos en la frente y cachete, yo me dejé en sus brazos, pues estaba confortado, como flotando ahí, deje que sus brazos me rodearan, dejé que me contuviera, luego los besos pasaban de mejillas y frente a suaves besitos en la boca, como bocaditos de un coctail.
Yo en su regazo, sobre sus piernas, envuelto en sus brazos y besitos, la cosa comenzó de cuidarme a besitos con una pizca de lengua, y de chuponcitos a chupones de una carga sensual; ya se me estaba llendo la borrachera a cambiarla por una cachondez inaguantable; con el pene realmente duro y en mi mente su cuerpo solamente.

Comenzó a decirme tienes que dormir, te llevo a mi hotel, yo estaba desorientado un poco, realmente necesitaba dormir cómodamente, entonces accedí.
Llegamos al hotel y me sorprendió ver que era un hotel medianamente lujoso y no lo esperaba, llegamos a su habitación, era amplia, con una bañera enorme en el baño, una cama de dos plazas en el medio de la habitación, y una vista hermosa donde se veía toda la playa; la noche te devoraba como una bestia hambrienta, y yo era solo una presa, en la boca del lobo.
Ella se encontraba en el baño, yo me tiré en la cama, encendí un cigarrillo, boca a arriba tiradillo, fumando pitadas largas y tranquilas; estaba muy cómodo, era una cama suave donde te hundías, comencé a marearme y cerré los ojos.
Cuando desperté, era de día, un día de una luz y un calor inaguantable, yo sudaba mucho y tenía a la rubia encima mío abrazándome, me exalté, estaba en un país desconocido, en un cuarto de hotel desconocido, salté de la cama y ella despertó, -¿que haces?- me dice, -cuando salí del baño estabas dormido y te saqué la ropa-(todo en un portugués españolizado), yo no entendía mucho, estaba solo en calzones, no sabía donde podían estar mis amigos y comencé a vestirme. Y me dice - ¿te vas?-, - si – contesto, termino de vestirme y me marcho rápidamente, estaba confundido y un poco asustado de no poder ver a mis amigos nuevamente.



M.h.R

Saturday, September 16, 2006

Fusca Thunder. "capitulo 1"

Capitulo 1

Era una noche cálida, de esas que se ve todo el cielo, manifiestamente clara, y de denso aire plomizo; éramos cinco amigos, en un auto Beetle, corriendo sin rumbo, hacia la infinidad de la recta de una ruta sin curvas, siguiendo totalmente paralelo, entre una línea blanca y otra amarilla. No sabíamos que rumbo tomábamos, pero el fin era escapar, escapar de una ciudad monótona, apática; donde la gente ya no nos seguía el rumbo de nuestras convicciones, la de la forma de llevar la vida a cabo.

Creo que llevábamos la claridad de tener movimiento, de llevarnos a alguna parte, que no fuera morir otro fin de semana en la ciudad. Ya estar en el auto era positivo, movimiento por puro movimiento, hacia el este, hacia un nuevo punto de encuentro para todos nosotros, para el regocijo de nuestros espíritus, que, cansados de llevar la cotidianeidad espesa citadina, necesitábamos un descanso espiritual, para seguir llevando a cabo nuestras vidas en la city.

No era escapar, no, era más bien no salir otro viernes a el bendito mismo bar de siempre, y cambiarlo por un pequeño viaje de fin de semana, hacia algún bar ajeno a nuestra rutina sabatina; ya por lo pronto estar en la ruta estaba muy bien, mejor por lo menos; yo me encontraba contento, excitado, atento, como cada vez que hago ruta, pues, amo la ruta, amo perderme en ella, mirando las líneas que siempre te acompañan, mirando al horizonte, sabiendo que estoy haciendo las cosas bien, pues moverse es hacerlo bien, es producente, aliviante, en fin me gusta.

Éramos en el coche los siguientes, al volante, Neri el más grande de todos, no por mucho, pero si lo suficiente para ser el psicólogo del grupo, la voz que te escuchaba cuando lo necesitabas; ya que no hay mucha gente que escuche mucho, con un look Mod por decirlo de alguna forma que realmente lo hace más joven de lo que es; un amante de la vida realmente, una persona que mucho me identifica por esa manera que todo hace, y en mucho se me parece, además un gran conductor incansable, nunca vi conducir de esa manera tanto tiempo; al lado, de acompañante, iba yo, que aunque más joven que ahora, me veía casi igual, jopo, jeans, camisa negra, un paquete de cigarros, un montón de dinero amontonado como pelota en un bolsillo, viento en la cara, y los ojos brillantes de presentir que se venía algo bueno; algo que quizás cambiaría nuestras vidas para siempre, y ese el brillo en los ojos de la esperanza que aún llevo conmigo, porque, no lo sé, pero solamente lo sé, tengo esperanza en el hombre.

En el asiento de atrás, de izquierda a derecha, el monedas, y no le decían el monedas por llevar consigo siempre dinero, no, solo porque no se sabía como las conseguía; prácticamente un plancha en casi todo el sentido de la palabra, irreverente, osado en cierto sentido, pero no por valor sino a veces por inconciencia o por falta de algunos valores sociales preponderantes, un gran amigo de la infancia, que también me sabía escuchar, y que sabíamos reírnos de las mismas cosas, que alguna gente no entiende muchas veces; reímos a carcajadas con cosas que a veces no podes reír con nadie más, pero seguro el monedas era un gran ingrediente para el viaje; luego a su derecha Sebastián un amigo porteño nuestro, que en muchas cosas es como nosotros, era el segundo más viejo, pero aparentaba más años que Neri por su aire de tranquilidad, de su forma de hablar pausada, serena, en cierta forma un sabio, un erudito, podías preguntarle lo que sea y tenía alguna respuesta ingeniosa, además de ser la persona más centrada en ese auto; y en el otro extremo del asiento trasero verónica, una amiga mía que solo a mi me conocía, pero pronto conocería a todos, pues no le era muy difícil la convivencia, pues era la mujer más desenvuelta que he visto en mi vida, en segundos tenía amigos en cualquier lugar, hablaba como un chorro, pero te hacía reír mucho, en un momento te hacía una representación, y en otro te organizaba un juego en el auto en momentos de aburrimiento; una persona muy extrovertida, más que yo puede ser, pero compartimos eso en la mirada, ese brillo del que hablaba hoy, y podíamos hablar horas de temas muy bizarros o siniestros, era muy divertido hablar con ella. El equipo estaba formado, y teníamos la esperanza en nuestros pelos al viento y nuestra sangre caliente.